Esteribar 1936

Veintiocho pueblos y tres caseríos componían este valle, regido con un solo Ayuntamiento y el segundo en población de la Merindad de Sangüesa-Aoiz, con 2.378 habitantes en 1930. En general, los distintos pueblos dirimían sus problemas en sus respectivos concejos, por lo que la actividad del Ayuntamiento se limitaba a 3 ó 4 reuniones anuales en las que trataba los asuntos burocráticos comunes, sin más polémicas que las derivadas del eterno conflicto Valle arriba-Valle abajo, sobre la capitalidad, o el lugar de residencia del médico, practicante o veterinario del valle.
Las elecciones a concejales solían realizarse turnándose entre las casas más representantivas del valle, sin ninguna pugna electoral.
Con muy poco ambiente político, tras las elecciones de abril de 1931, Narciso Azparren ocupa la alcaldía del valle, con una corporación conservadora y sin matiz partidista concreto a excepción del carlista Lorenzo Olóriz de Zubiri. En 1934 se nueva el Ayuntamiento resultando elegido alcalde el nacionalista Alejandro Laborié. En las actas municipales no se registra ningún tipo de posicionamiento político ni enfrentamientos ideológicos, por lo que no es de extrañar que toda la corporación, concejales nacionalistas inclusive, continúe en sus puestos hasta después de acabada la guerra. En Zubiri, los nacionalistas vascos abrieron un Batzoki en casa de Constancio Olagüe dirigido por Cirilo Santesteban, Angel Ruiz de Iguiloz, Patxi Beldarrain y miembros de distintas casas del valle (Bonokorri de Osteritz, Beltzarena de Eugi, Arrieta de Zubiri, etc.). En enero de 1932, Sebastián Larrainzar y Felipe Oria solicitan la inscripción legal de Solidaridad de Trabajadores Vascos, que tuvo mayoría principalmente entre los trabajadores de la serrería de Zubiri.
Gumersindo Lorca, en nombre de los ugetistas de Eugi, denunciaban a los primeros por consentir os abusos que hacían con la gente los madereros de la zona. En una habitación de casa Amalia, los socialistas hacían sus reuniones y proyectaban, entre otros logros sociales, el reparto del prado de Martiko a los más necesitados.
En abril de 1936 se constituye en Eugi, Izquierda Republicana. Esteban Pérez es nombrado presidente de la misma acompañado por Juan Egozkue, Juan Pedro Ustariz, Hilario Santesteban y Pedro Urrutia.
En vísperas del alzamiento se organizaron «Misiones» en Zuriain, con una gran afluencia de público desde todos los rincones del valle en las que los predicadores atacaron sin ninguna ambigüedad ni impedimento al gobierno republicano. La importancia política de las citadas «Misiones» fue algo evidente.
Producida la insurrección del 19 de julio, Esteribar se mantiene en absoluta calma, sólo alterada en las casas donde poseen aparatos de radio a las que acuden los vecinos más inquietos. Ni siquiera estaba organizado el requeté en el valle y los pocos voluntarios acuden a apuntarse a la capital.
Los vecinos se ven obligados a entregar las escopetas de caza. La Guardia Civil es la encargada de llevar todo el peso de la represión, sobre todo el comandante del puesto de Eugi, Julián Encabo Perrero. En Zubiri se preparó una lista para llevarse a 27 personas, pero el carlista Lorenzo Olóriz impidió que los detuvieran. La Guardia Civil les impuso importantes multas y frecuentes humillaciones. El Concejo de Zubiri, presidido por Leonardo González acordó «solicitar a la Junta de Oncena la destitución del maestro Maximino Aramburu por manifestarse hasta el presente anti-español y haber estado afiliado al partido nacionalista». Aramburu fue detenido acusado de intentar pasarse a Francia, enfermando, según testimonios, a causa de ello y falleciendo poco tiempo después. La maestra republicana de Iroz tuvo que abandonar el pueblo una temporada por temor a las represalias.
A finales de julio quedó cerrado el centro de Izquierda Republicana de Eugi. Su presidente, el carbonero Esteban Pérez, escapó por los montes al otro lado de la frontera, permaneciendo exilado varios años.
Unos falangistas, al parecer de Villava, se presentaron el 9 de agosto en Zabaldika, llevándose detenido al vecino Celestino García, electricista de la central, considerado socialista. Lo fusilaron a la entrada de Villava, en cuyo cementerio lo enterraron. Fidel Zandueta cuñado del anterior, tuvo que esconderse en un establo durante largo tiempo antes de pasarse a la parte francesa.
En Antxoritz otro grupo de falangistas se llevaron a un segador temporero de Obanos del que ya no tuvieron más noticias. Los vecinos de Zuriain y Antxoritz fueron obligados a enterrar a varios grupos de fusilados traídos de fuera, en la zona de Peña Redonda. Otro grupo de siete forasteros fue fusilado en el paraje de Zubizar, en Idoi, por un grupo heterogéneo de guardias civiles, falanges y requetés. El cura de Larrasoaña, Eusebio Irisarri, fue llamado a confesarles y los vecinos de Akerreta e Idoi tuvieron que cavar las tumbas y enterrarlos. De Zuriain detuvieron a un caminero apellidado Vergara, afiliado a la Casa del Pueblo de Erro, siendo conducido a la cárcel provincial y puesto en libertad posteriormente tras los informes favorables del párroco
Juan Tihista.
También en Larrasoaña tuvo el cura una actuación decisiva. La Guardia Civil, al mando de Alzate, fue a este pueblo con intención de fusilar a Felipe Beriain, maestro socialista de Erro y refugiado en casa de sus padres. El párroco Eusebio Irisarri impidió que se lo llevasen. Cuando años más tarde Beriain solicitó plaza de maestro en Larrasoaña, el pueblo se dividió en dos bandos dados los antecedentes políticos del mismo, y Alzate recordaba a sus detractores que si no hubiera sido por el párroco, el maestro estaría muerto y ya no hubiesen existido problemas.
A la puerta del cementerio de este pueblo hay enterrados cinco individuos a los que fusilaron delante de algunos vecinos que acudieron como espectadores. En el pueblo se cree que uno de ellos era el alcalde de Segovia, que estuvo animando resto de sus compañeros para que no se desmoralizasen en los últimos momentos.
En Ollakarizketa fue fusilado un amplio grupo de jornaleros de la zona de Sartaguda.
Los capítulos más tristes de la represión en el valle tuvieron lugar tras la fuga del Fuerte San Cristóbal el 22 de mayo de 1 938. Esteribar era el camino más corto que os fugados tenían hacia la frontera. Conscientes de ello, las autoridades organizaron intensas batidas, con el apoyo de cierta parte de la población a la que se le había hecho creer que se trataba de individuos armados y peligrosos. En realidad se trataba de una cacería de hombres desarrapados y hambrientos, obsesionados con la única idea de llegar a la libertad. Tres detenidos en el monte Zotalar fueron fusilados en Urtasun tras ser confesados por el párroco de Eugi; otro fue detenido en Artesiaga y a pesar de los intentos del cura para que lo entregaran a la Comandancia, lo fusilaron en el término de Olazar. En el cementerio de Antxoritz nterraron a un tal Redín, nacionalista, y en el de Agorreta a uno apellidado San Martín confesado por el cura de Zubiri. En este pueblo, en el término de Agalde, enterraron a otras tres personas sin que conozcamos sus filiaciones. Por último otro gado, Isidro López García, carabinero, resultó muerto en Eugi «por heridas recibidas de la guerra en su busca y captura». Dígase lo que se diga, no hubo tal guerra; la desproporción entre las víctimas de ambos bandos es la mejor prueba.