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 Visita de la Comisón de Monumentos de Navarra en 1895

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AutorMensaje
Carlos




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Fecha de inscripción : 20/11/2008

Visita de la Comisón de Monumentos de Navarra en 1895 Empty
MensajeTema: Visita de la Comisón de Monumentos de Navarra en 1895   Visita de la Comisón de Monumentos de Navarra en 1895 EmptyMiér Nov 18 2009, 16:19

Interesantísimo documento. Es un acta de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Navarra hecha tras realizar una visita al pueblo en el año 1895 en busca de evidencias de la existencia el Monasterio. Da datos muy interesantes; aparte de que el protagonista principal fue el mismísimo Arturo Kanpion, deja claro cuál era el idioma usado en la zona, repite incansablemente lo pequeño y poca cosa que era Zilbeti,...
Apuestas: ¿quién era la anciana a la que se refiere?
Otra cosa: dice que los monjes eran una maravilla "... ninguno era murmurador..."; vamos hombre!! en Zilbeti y sin murmurar?????
Os dejo ya con el acta en cuestión.

BOLETIN DE LA COMISIÓN DE MONUMENTOS HISTÓRICOS Y ARTÍSTICOS DE NAVARRA.

Año I. Pamplona: Agosto de 1895. N.º 8.

Resumen de actas, acuerdos y comunicaciones
de la Comisión de Monumentos.

Sesión del 26 de Julio.—El vocal Arquitecto Sr. Ansoleaga, presentó para que pueda utilizarse en la formación del Catálogo monumental de Navarra, de que hace tiempo se ocupa esta Comisión, una vista fotográfica del pórtico de la iglesia parroquial de Munárriz, que dicho vocal tomó durante la visita que recientemente hizo á ese pueblo.
Manifestó también que había hecho presente al Párroco de la iglesia mencionada, la conveniencia de no destruir una tribuna del siglo XVI que en aquélla existía, y que, según parece, se pensaba en demoler.


Sesión del 16 de Agosto.—El Vice-Presidente Sr. Iturralde y los vocales Sres. Campión y Ansoleaga, dieron cuenta de la excursión que, en cumplimiento de un acuerdo anterior, habían verificado, trasladándose al pueblecillo de Cilveti, con objeto de averiguar si en él se conservaban vestigios ó noticias del antiquísimo monasterio de San Zacarías, visitado por San Eulogio de Córdoba. Dichos señores, además de dar verbalmente minuciosos datos acerca de tal asunto, presentaron algunos croquis de ciertos restos monumentales allí encontrados, y la siguiente reseña consignando el resultado de su exploración, que aunque negativo, á su entender, no carece por completo de interés y convendrá tener presente para las investigaciones que en aquella comarca se practiquen en lo por venir.

En cumplimiento de lo acordado, tiempo hace, por la Comisión de Monumentos con objeto do averiguar si los restos arquitectónicos que, según el P. Moret, existían en Cilveti, pudieron formar parte del antiquísimo monasterio de San Zacarías, visitado por el gran Obispo y mártir cordobés San Eulogio en el siglo IX.º, trasladáronse los vocales que suscriben á dicho pueblecillo recorriendo á pie la distancia que media entre éste y el de Zubiri, con objeto de examinar detenidamente el terreno, pues no consta el lugar exacto en que se alzara aquel gran cenobio. Grande era éste, en efecto, tanto por el número como por la santidad de los religiosos que lo habitaban; así es que lo que más ansiaba el Prelado cordobés al emprender su expedición por las montañas de Navarra, para visitar los establecimientos monásticos que en éllas existían, fué llegar «al Monasterio del bienaventurado San Zacarías, situado á la falda de los montes Pirineos y á los límites de la dicha Galia, donde naciendo el río Arga y regando con curso arrebatado las tierras de Zubiri y de Pamplona se lanza en el río Cántabro. El cual monasterio decorado con famosísimos ejercicios de la disciplina regular, resplandecía por todo el Occidente......» «En este Colegio y bienaventurada congregación que casi pasaban de ciento, unos de una manera y otros de otra resplandecían como estrellas del cielo, con diferentes méritos de virtudes......» Así se expresa el ilustre viajero, que con fruición va detallándolas en su célebre carta al Obispo Wilesindo, consignando cómo cada uno de ellos aplicaba la industria de su arte para provecho común; de qué modo entendían la hospitalidad de los peregrinos y huéspedes cual si en éllos recibiesen á Jesucristo, y cómo, con ser tan grande el número, ninguno se sentía murmurador; ninguno arrogante; todos guardaban silencio y pasaban la noche en oración!
Probable parecía, pues, que de ese importante establecimiento monacal quedaran todavía vestigios en aquellas soledades; pero ninguno que date de tan remotos tiempos descubrimos en los montes y cañadas que atraviesa el áspero camino que conduce de Zubiri á Cilveti.

Hállase situada esta apartada y reducida aldehuela, distante 4 leguas de Pamplona, al pie de elevados cerros que á corta distancia la rodean, y nada que llame la atención se nota en élla á primera vista; el templo parroquial es pobrísimo, reducido, relativamente moderno y desprovisto por completo de importancia arquitectónica; pero en la parte más elevada del pueblo, y separada del grupo principal de población, existe sobre verde altozano una vetusta y reducida casa de labranza, llamada Eliza-zarra, que según noticias suministradas por el Sr. Párroco del lugar, fué antiguamente iglesia.
Y en efecto, pruébalo una portada románica, que dá hoy ingreso á aquella pobrísima vivienda; un rosetón lobulado que se vé á un costado, en la parte alta del edificio, y una tosca piedra, en forma de pila de agua bendita, que aun subsiste empotrada en uno de los muros interiores de la planta baja, dedicada hoy á cuadra ó establo. Aparte de esos restos, nada indica que aquel edificio pudo servir para tan elevado destino; las paredes son toscas,
desiguales, formadas de sillares y mampostería que revelan diferencias de origen y de antigüedad; no se descubren señales de haber existido abside ni bóveda con carácter alguno monumental, y la casa actual, de un solo piso, de reducidas dimensiones y de planta rectangular, está cubierta por un vulgar tejado á dos vertientes. Lo único, pues, que merece atención, es la portada á que nos hemos referido. Presenta ésta la forma de arco de medio punto, y la adornan correctas archivoltas que descansan sobre toscas pilastras recortadas en el espesor del muro y coronadas por robusta imposta; los baquetones, junquillos y fajas de las archivoltas mencionadas se distinguen por la finura de la talla, presentando la, mayor, ó sea la que constituye la circunferencia, la forma ajedrezada y ostentando las otras cuatro, alternativamente, filas de bolas y estrellas de cuatro puntas. El carácter general arquitectónico de esa puerta y los detalles indican, pues, que su edificación remonta al siglo XI.º, notándose en ella gran semejanza con las construcciones análogas del estilo románico Normando.

El docto analista de Navarra se refirió, sin duda, á los fragmentos que hemos descrito, y sospechaba que pudieron formar parte del monasterio de San Zacarías, cuando escribía las siguientes líneas: «En el pequeño lugar llamado Cilveti permanece un templo de fábrica bien antigua y magnífica para aquellos tiempos, y duran las líneas de cimientos que se trababan con él y debían de ser de la vivienda del monasterio. De la pequeñez del pueblo no es creible se levantase tal fábrica con fuerzas suyas, en especial no siendo para iglesia parroquial, sino para ermita, de que sólo sirve.»
Efectivamente; aunque esas ruinas no tienen hoy, al parecer, sobresaliente importancia, y en pueblecillos y despoblados de Navarra se encuentran muchas de su clase que les superan en mérito y grandeza, llama, sin embargo, la atención el verlas enclavadas en aquella humilde localidad que para nada ha sonado en la historia, si no es por la relación que pudo existir entre élla y el cenobio visitado por San Eulogio. Por otra parte, la tradición popular, digna casi siempre de ser tenida en cuenta, (especialmente en comarcas tan escondidas y apartadas como ésta, donde sólo se habla el vascuence,) asegura que en aquel sitio existía un convento, y que en la despoblada cumbre de un monte inmediato que desde allí se descubre—donde se notan grandes montones de piedras labradas, semi ocultas entre la tierra y la maleza,—hubo un monasterio en épocas remotísimas.
La falta de tiempo nos impidió examinar entonces aquellas ruinas; pero opinamos que merecen mirarse con atención, y más adelante será conveniente visitarlas.
Corrobora también aquélla tradición el testimonio de una anciana del mismo pueblo á la que interrogamos, según la cual en la casa cuya portada hemos descrito, ó sea en Eliza-zarra, había una iglesia abierta al culto en el siglo pasado, y en el caserío contiguo, que formando ángulo recto está hoy todavía unido á aquélla, habitaban cincuenta monges blancos, cuyas sepulturas se han encontrado allí en diferentes ocasiones al remover la tierra para hacer algunas obras. Suponiendo que en esos recuerdos, confirmados por otras personas, exista un fondo de verdad ¿Quiénes pudieron ser esos monges? ¿Serían Bernardos, Cartujos ó Mercenarios? ¿Tendría relación con ésta última hipótesis, como alguno sospecha, la inscripción que se ve en la parroquia de Cilveti, y la lápida que ostenta una vieja casa del mismo pueblecillo, en la que se consigna que en élla nació en 1681 el Illmo. Sr. D. Miguel de Leranoz, General de la Orden de la Merced? (1)


No lo creemos; la Orden Mercedaria no buscaba, como las dedicadas al estudio ó la contemplación, los sitios desiertos ó escondidos, sino las poblaciones de cierta importancia, más propias pera la organización de sus caritativas empresas. Puede, pues, asegurarse que los fragmentos monumentales de Cilveti no datan de los tiempos en que San Eulogio visitó el monasterio de San Zacarías, sino de dos siglos después, y que ningún vestigio arquitectónico que alcance tan remota antigüedad se descubre hoy en aquel pueblecillo.
No quiere esto decir que el célebre cenobio no estuviese situado en aquel sitio; las indicaciones que acerca de ello hace en su carta San Eulogio de Córdoba son precisas y de grande importancia, y de ellas debe partirse siempre al tratar de ese punto; quizá los restos del grandioso edificio se encuentren enterrados bajo las construcciones que hoy se ven, como sospechaba el P. Moret; tál vez existan en la cumbre cercana antes mencionada, y posible es también, en tal caso, que las ruinas de Eliza-zarra y su convento contiguo fuesen un anejo al Cisariense, donde residirían algunos religiosos del monasterio principal, como sucedía en muchos de dentro y fuera de Navarra. El resultado de la expedición ha sido, pues, negativo, desgraciadamente, pero convendrá tener presentes las observaciones que dejamos consignadas para las exploraciones sucesivas que en aquellos parajes puedan emprenderse.

(1) Es esa casa tipo de las de las montañas vasco-navarras; sus muros son de mampostería cubierta de blanquísima cal; los muros laterales avanzan rebasando la línea de la fachada y formando dos robustos contrafuertes que los resguardan de la nieve y el viento; en el centro está la gran puerta de arco de medio punto; consta de un solo piso y sobre las ventanas pequeñas, cuadradas y colocadas sin simetría, salen del muro, á guisa de cónsolas, enormes vigas labradas de roble que sostienen robustos soportes y perrotes; sobre los que descansa el alero del tejado de enorme vuelo. Sobre la puerta, pero en el costado derecho, hay empotrada en la fachada una lápida de piedra rodeada por adornos en relieve, en la cual se lee:
El Remo. y Excmo. Sr. D. Miguel de Lerano, Maestro General del Orden
de Nuestra Señora de la Merced, Grande de España, nació en esta casa de
Urruticoa. Año de 1681. Fué General el día 23 de Mayo de 1744.
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